
El podio de quiebras bancarias en Estados Unidos ha estado muy transitado en los últimos días. El viernes, se subía Silicon Valley Bank (SVB) y, el domingo, Signature Bank, obteniendo el segundo y tercer puesto en los mayores colapsos financieros de la historia del país, respectivamente. En ambos casos, los reguladores estadounidenses decidieron la liquidación de las entidades. Aunque entre los dos hay paralelismos y diferencias, puede que sus parecidos hayan generado un efecto arrastre de SVB a Signature.
El fin de ambos negocios ha sido abrupto. Una ola de desconfianza empezó a extenderse por el mercado cuando Silvergate decidió liquidar su negocio. Entonces, los clientes de otras entidades empezaron a ver riesgos más allá y acudieron en masa a retirar sus depósitos, tanto a SVB como a Signature. Para poder hacer frente a ese aluvión de demanda, la primera tuvo que vender parte de su cartera de activos con pérdidas, en concreto, bonos. Y ese movimiento terminó de activar todas las alarmas, ya que hacía ver que algo no iba bien si la compañía estaba forzada a buscar liquidez inmediata, incluso asumiendo números rojos. La segunda, sin embargo, no deshizo posiciones para cubrir la fuga.
Cuatro días antes de su liquidación, la propia Signature se puso en el disparadero. Ese día, Silvergate anunció que ponía fin a su negocio y, a continuación, Signature emitía un comunicado con su situación financiera. Aunque a priori sus cimientos eran sólidos, como la firma detalló en el documento, su intento de afianzar la confianza en su negocio no sirvió de mucho. Es más, la empresa, con sede en Nueva York, consiguió el efecto contrario, levantando recelos. En las sesiones siguientes, esas dudas la llevaron a hundirse en bolsa.
Ese desglose de Signature informaba de activos líquidos por valor de 26.410 millones de dólares (de un total de más de 110.000 millones de dólares de activos), según la información que compartió la semana pasada. Con esa cantidad podía hacer frente a la fuga de depósitos que, hasta ser liquidado, fue de 10.000 millones de dólares, según los datos que un miembro del Consejo de Administración de la compañía daba a la CNBC. Asimismo, este explicaba que se habían conseguido estabilizar las retiradas de fondos el domingo, cuando el Departamento de Servicios Financieros de Nueva York terminó interviniendo.
Por otra parte, la cartera de activos de Signature estaba diversificada y solo una pequeña parte de la misma eran bonos del Tesoro. En el caso de SVB, la cantidad de títulos de deuda que poseía sí le puso en una situación comprometida, ya que eran una parte importante de sus valores y estos se vieron muy perjudicados por el contexto actual del mercado. Las subidas de tipos deterioran el precio de los bonos y Silicon Valley Bank no solo tenía muchos, sino que una parte importante de su liquidez se apoyaba en ellos.
"Pensamos que el episodio de SVB es idiosincrásico, dada su relevante exposición a instrumentos a largo plazo en su cartera de bonos, lo que es una anomalía en comparación con las medias que se dan en la industria", señala Leonardo Pellandini, estratega de Julius Baer. El jefe de estrategia de mercados de Ostrum AM, Stéphane Déo, también está de acuerdo con ese enfoque: "El problema es, hasta cierto punto, específico. Los depósitos de SVB habían aumentado enormemente, lo que llevó al banco a invertir su liquidez en valores a largo plazo. Otro elemento específico era que el riesgo de tipo de interés no estaba cubierto, una aberración total en términos de gestión de riesgos", apunta.
Pero si ese no era el problema de Signature, la incertidumbre procedería de otro lugar. Quizás de sus depósitos. A principios de 2022, el 27% de los fondos totales del banco eran de clientes de criptomonedas. En noviembre, tras el colapso de FTX, la compañía se dio cuenta del daño que le podía hacer su exposición a esta industria y empezó a reducir los depósitos procedentes de aquí. En el cuarto trimestre, consiguió bajar el porcentaje al 20% del total de 88.600 millones. Y su objetivo era seguir desprendiéndose de los mismos.
"El sólido balance de la compañía le da manga ancha para absorber el daño que se genere de las marchas de depósitos previstas. Esa solidez le permitirá superar las perturbaciones en su financiación", apuntaban hace apenas días los analistas de Bloomberg Intelligence Herman Chan y Sergio Ferreira respecto a la estrategia de distanciarse de la industria. Entre sus clientes 'cripto' figuraron la quebrada Gemini, Coinbase o Paxos. Estos dos últimos clientes también lo fueron de Silvergate.
Sin embargo, haberse posicionado en esta industria ha acabado siendo una vulnerabilidad importante para Signature. La desconfianza es demasiado grande después de las últimas quiebras en el sector bancario tradicional y tras la ristra de colapsos de firmas de criptomonedas. Aunque Signature recordó que el 80% de sus depósitos procedían de empresas medianas, como despachos de abogados, compañías del sector sanitario, manufactureras o de gestión inmobiliaria, eso pareció no ser suficiente. Esa cartera de clientes se había ido conformando a lo largo de los 20 años que llevaba operando.
En el caso de Signature, el 90% de los fondos totales de la entidad no estaban asegurados por el Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC) de Estados Unidos. En un momento dado, eso animaría la fuga de depósitos, ya que los clientes que se marcharon prefirieron apresurarse a por su dinero que arriesgarse a perderlo. Eso también generó incertidumbre en SVB, que solo tenía el 5% del dinero cubierto por el organismo. Esa era otra de las similitudes que tenían ambos y que generó desconfianza. Otro paralelismo, sea más o menos relevante, era la presencia de SVB y Signature en California. Aunque eso no tiene por qué significar debilidad, en el contexto de una crisis bancaria regional, cualquier síntoma puede asustar y uno puede verse salpicado.
Para contextualizar un poco más, los préstamos de la compañía ascendían a los 74.300 millones de dólares a cierre de 2022, según sus datos. Su ratio de capital ordinario (CET1) era del 10,4%, según sus últimas cuentas, un nivel en línea con la media del sector en Estados Unidos.
En todo caso, detrás de los entresijos de la compañía había otra tormenta, que era la de los inversores. Estos tampoco estaban dispuestos a perder, lo que desencadenó las ventas de acciones. La compañía perdió el 37% de su valor en bolsa en las últimas cinco sesiones, un factor más de presión.
Aunque todo apuntaba a Signature, el banco no tenía debilidades intrínsecas. Quizás solo estaba en el lugar equivocado en el momento erróneo.